
Distraerse es fácil, pero se complica cuando uno se acerca a las calles principales de la ciudad. Hay que prestar atención para no chocar con la gente que vá para todos lados cargados de bolsas y pensamientos. Sobre todos a aquellos que sienten el derecho a pisotearlo por ir apurados, para empezar camine como balancéandose para ambos lados, no se deje llevar por los ojos ajenos y pierda la vista hacia un punto vacío, luego siga derecho como escuchando sonidos en off. No hay que dejarse tentar por el olor a caramelo que desprenden los carritos de pochoclos, ni por las vidrieras cargadas para que la gente entorpezca mas nuestro paso, cuide bien de no toparse con las sillas ubicadas estratégicamente en el camino del que esquiva.
Al llegar a la Plaza 9 de Julio, tenga especial cuidado en su estado de distracción, allí es donde se apelotonan los jóvenes con sus posturas, que son observados por las devotas de la Señora del Milagro mientras elevan sus plegarias hacia la luz mortecina de la catedral; la gente aburrida que alimenta a las gordas palomas, algún nene que las ahuyenta a las risotadas y en el otro extremo, esa fuente hermosa, que a todos nos saca los deseos de la mente en forma de monedas.
Trate de no aparecer en las fotografías que sacan los turistas a los edificios, sepa disculpar mi insitencia, tiene que distraerse bien, entone una canción y olvide todo lo que lo rodea en el momento. Piense por ahí, y alivie a su ciudad, que detrás de tanta banalidad, de tanta historia procesada, hay algo intacto, Usted.