
Tenés que conocer mi almohada, llena de mordiscones. Cada costura es una histeria diferente, aplastada por soportar el peso de mi cabeza y sus idioteces. Ideas que la descocen, lamparones de tormentos, polvo de mis muertos, de mis tumbas, de mis penares, inspiraciones que la transforman en carne, y sacan lo peor de mí, sed de algo que ya no sé que quiere ser. Tenés que verme intentando dominar la electricidad de la ventana, calculando la distancia del piso al techo, buscando la perfección en los rincones, sacando de mi las obsesiones de verano. Verme pasear sola por ahí, jugando con la suciedad creyéndo dominarla, buscando palabras exactas para todo, ni un poco más, nada de lo que sobre aquí puede llegar a servir. Tenés que verme buscando mi religión, algo en qué creer.
Tenés que conocerme demolida por la impotencia, es sorprendete de lo mounstrosa que puedo llegar a ser. No me duelas que me desconozco, no huelas que no soporto mas este perfume cítrico tan sintético, no me hagas pensar que no ayuda, no me saques de las casillas a las que me acostumbré. No me hagas querer de dejar de ser yo. No me hagas volver a ser lo de antes, no me dejes, no, aunque diga que no necesito nada. No dejes de buscar.