
amanecía o atardecía, no sé cuál, creo que las dos.
En mi centro había cosas por decir, pero prefería retenerlas en el pecho, había leído que las palabras se desgastan cuando se las dicen de mas y me asusté.
Se atoraba el tiempo intentando colarse por la endija de la cerradura, y nosotros dos, censurados el uno al otro como quién ama de paso, terribles. Nada o nadie había fuera que dé miedo, solo el mundo, pero ahí nos quedamos tanto de uno como de otro. Nos dejamos caer y nos fundimos a baño María desatando mares o lloviznas de enero de a ratos, tanta agua nos llegó hasta las orejas y eso que solo era el verde de las sábanas lo que no nos dejaba respirar. Si hubiese sabido yo todo esto antes, simplemente, me dejaría arrancar la dureza del centro, dejándome estar en la quietud de la soledad, tonta y siempre expuesta ante las tormentas y eso que me lo habías advertido ya, con varios mordiscones y entrepiernas encendidas, tan manipulador y ondulado, rápido aprendés a desatar mis estados de euforia con tan poco.
Ya ni los relojes tienen en cuenta este estado de descontrol, el tiempo de amar es ancestral y ni los dioses que dicen estar solos se abstienen al mismo.
Me justifico, y me quedo en calma, no me importa la censura aquí en la oscuridad.
(aclaro que muchas, muuuuuuuuuuuchas de las fotos de este blog no son mías, ojalá lo fueran, pero son de http://www.deviantart.com/)