
Te sentí Orfeo porque pensé que ibas a cruzar el río de lágrimas que te regué, en un pañuelo de tissue todo mocoso para salvarme, y eran solo los efectos de tu mismo veneno los que no me dejaban ver lo asesino que eras.
Moribunda y sentada al lado de Kancervero, escuchando la música de tu arpa que se me pegó al alma, rasqueteandola toda, con sus mismas uñas largas y dejadas, mientras le juro por la condena de Hades, que antes de volverte a asentar en algún lado me corto los dedos.
Y te mandamos con Caronte, un conjuro, para que cuando duermas te transformes en el monstruo mas espantoso jamás antes visto en tu reino, tan triste y en pena, cargando tu luna pesada y sin gracia hasta que cuentes los días, también te lleva los restos de tu boca que se habían quedado en mí, para que se los devuelvas a la bruja de un ojo que te hechizó, fingiendo ser musa, siendo en realidad, la serpiente mas desdichada del Olimpo.
La burocracia en la mitología es simple, sos un mortal que se va a morir del modo mas rebuscado en mí, penando entre mis pulmones putrefactos, mientras que con un último aliento te acercás impecable al río que te lloré, para hundirte al fin.