Más que dormido parecía muerto, en las sábanas no había más que pelusas y alguna que otra marca que quedan después de los revuelcos entre dos. Costaba respirar, el aire de esa noche se había terminado hacía un buen rato en ese cuarto inmundo. Emitió un sonido que duro poco mas de un segundo, podría ser un mal sueño, pero no. Eran las 4:28 de la madrugada, y el frío lo obligaba a la posición fetal, repito, respiraba tan suave que parecía muerto, la maraña de pelos dejaba ver dos lunares en su nuca, y las manos se escondían bajo la almohada, otra cosa que ocultar además de lo que pasaba en ese momento en su estado. Sin aires de grandeza lo considero talentoso a la hora de conciliar el sueño. Acuartelado en el centro de la cama, sin dejar espacio a nadie mas, apoderado rey y señor de las colchas, egoísta no se pensaba despertar ni aunque ese sucucho de mierda ardiera como el infierno.
Sin necesitar de pastillas, pareciera que su conciencia era única y virgen como la de un pibe de dos, no le afectaba el pasado de ese colchón viejo, las sábanas manchadas o el olor a vaho. Ni un ruido. Daba envidia verlo, daban ganas de tirarlo de ahí y arrastrarlo a la realidad, que poco y nada le iba a importar, el sueño es mas importante que cualquier deuda, el clima, la economía, la desnutrición, la muerte de un pendejo en el San Bernardo, el discurso de Cristina o mi mal de amores. A él no le importa nada, más que él y su habilidad para el sueño.