Me dividen
tres centímetros
del hilo
silencioso
que cuelga
de tu pantalón.
Voy tirando,
soy ovillo
en tus
redondeces.
Como un
pez en el
agua
voy lamiendo
el vino seco
del costado
de tu boca.
Saboreo,
disfruto,
lengueteo
cada comisura,
cada choque,
cada burbuja.
Me arrincono,
al borde
de esta silla
te parasito
todo el tiempo.
En idas
y vueltas
voy,
me tropiezo,
no se controlar
mis impulsos.
No sé besar,
tampoco sé
como es querer
sin enfermarme.
Me balanceo
en eso que digo
busco y encuentro.
Extraño
esas superficies
tan suavecitas
en las mañanas lentas.
Después de
llenarnos
los vacíos
quedamos
con los cuerpos
lentos.
Es que cuesta
procesar
la nostalgia pesada,
al fondo de un vaso.
miércoles, agosto 10, 2016
Agosto es el mes del zonda, que cuelga de las nubes tapando el sol. La sana envidia que le resta velocidad a la media mañana. Como tu egoísmo de no prestarme el alma para jugar a entender de dónde viene este color. Labio inferior partido, de amor amorfo gris, estúpido y quieto. Mucho polvo, partículas de piel que se esparcen en la atmósfera y se van. Como yo desbocada que digo lo que siento y hago otra cosa. Agosto es el mes de los muertos, son ellos penando que llegan de cerros distintos y se asientan sobre los hombros y se quejan del calor seco. Agosto se creó para que lloremos en días distintos la fragilidad de las palabras. Parece una parodia no da ni para falso carnaval, entre vírgenes, papel picado y cascabeles. Pretendo emborracharme y distraerme de saber que cada día es más difícil vivir en este cuerpo todo quebrado. Por eso agosto es un monstruo que pasa lento como punto medio, un loop, una pausa que desespera esta vuelta a casa.