martes, abril 21, 2009

Zuviría al 1700....




El mismísimo Diablo me ato las manos, me sorprendió a altas horas de la noche, saltando por la ventana, con un traje negro abotonado con cristales y un vistoso collar dorado con una sufrida virgen colgante, imagine sería de puro sarcasmo. Se distinguían sus orejas puntiagudas saliendo bajo su peinado moderno. Quién diría, centenares de años, y el todavía ocupándose de su apariencia, si no fuera El, tan colorado y pintado, sería el dueño de varios miles de suspiros mortales al pasar.
Me subió a un taxi y me llevo abrazada como si el secuestro fuera no más que la fuga de dos cómplices que se quieren ir lejos de los ruidos vecinos, un taxista callado esperaba, sosteniendo nervioso el volante, cualquiera diría que algún ser extravagante merodeaba cerca al verle la cara flaca, desgarbada mirar fijo al farol de la esquina, como pidiéndole auxilio a una mortecina luz de bajo consumo.
Y yo, sentada, con sus brazos flacos hundidos en mi espalda, como apuñalada, lo seguí olvidándome las ganas de gritar entre las sábanas y las pantuflas. Dude en pedir permiso para cerrar la puerta, pero me tranquilice sabiendo que ya nada podía estar peor, al irme a la eternidad con el compañero mas detestado por todas las clases. “Zuviria 1739” – dijo con voz punzante y arrancamos.
Y me anime a preguntar, ¿Por qué a mi? Si yo no andaba en esas cosas turbias a donde llaman a los espíritus, y que jamás se me había cruzado por la cabeza tener esta cita tan particular, a mí que siempre puse en duda que esta enemistad entre el iluminado y el dueño del dolor sea cierta, de la escuelita del dudoso, del molesto preguntón, del renegón de las historias populares, del amargado que todo critica, y ahí estaba, siendo apuñalada por la mismísima podredumbre de los miedos mediocres.
Se quedo callado y sonrío, cruzamos la avenida, fuimos hasta el Norte, llegamos a un bar, bien llamado borrachería, y se pidió un trago de los mas jodidos. El tipo de la barra parecía más endiablado que el mismísimo escolta, abrió su bocota y llamo a un señor gordo y fiero como el solo, agarro un par de hielos, vodka, y un cuchillo. Puso su mano izquierda sobre una tabla de madera, apretó los ojos y cortó el índice y el pulgar, sin limpiar, apoyo el vaso en la tabla, y termino la mezcla. Agradecido, Magoya tomo el vaso y me ofreció darle una probadita, con sus ojos vehementes y venosos entre mis cejas dije que no, tragando una saliva espesa y fría, pensé que la fiebre me perforaba los sesos.
“Tráele una Coca con limón y una Cafiaspirina a ver si se nos despabila”, con la mano todavía chorreando, sin mosquearse por un dolor, que imagine seria terrible, busco en una heladera al fondo, lo que le fue pedido de una forma autoritaria y cortes. Por mi garganta no pasaban más que nudos, y el gas entorpecía más los nerviosos sorbos a ese vaso viejo. En el barsucho parecía todo normal, menos mi comportamiento, algunas guapas me miraban nerviosa y comentaban entre ellas, dude dos segundos de si hablaban de mi piyama tan viejo o de mi pelo enredado tras la lucha con la almohada, la voz de mi compañero dividió el pensamiento y me trajo de vuelta.
“Te llevo a casa, conmigo de nuevo, donde vamos los que no aprendemos mas, los que nadamos viviendo y causando dolor, donde la angustia es normal, donde la felicidad se disputa como un plan trabajar, te moldearon a mi imagen y semejanza. Se te escapan las chispas de los ojos y en cualquier momento te sacan la ficha.
Tranquila flaca, como vos hay muchas, no te me hagas el bicho raro, que borregas como vos, en mi reino sobran, las usamos como administrativas, tienen buenos sueldos, algunas se casan con los de la inteligencia y viven en los barrios mas caros del infierno. Es como en todos lados, todo funciona igual, eso de que el infierno es rocoso e incómodo es un mito urbano, esta buena la ciudad, hay varias cosas que te van a llamar la atención, ya vas a ver. Al principio, lo que mata es el calor, pero con el tiempo, y como a todo, te acostumbras… Tranquila, no tiene nada de malo, termina ese vasito y vamos, que tenemos una noche entera de viaje”