Soy más
que mujer. Di vida y en realidad no existo. El cuerpo que salió de mí, crece y
se acobija. Es carne, con ojos que sienten, que miran, que preguntan que
cuestionan, que reclaman amor, que inhalan y exhalan. Ellos solían nadar en el suelo de mi útero.
Y el cuerpo, que tiene la función única de dar cobijo al cuerpo que tiene huesos, que fueron
agua danzante. En realizad no existe, es algo que ocurrió. El resultado, algo que salió del sexo. Eso pasa con los cuerpos cuando nos tocamos los pies y lamemos
nuestras tripas, no medimos profundidades, nos pensamos en hormonas, nos
tocamos, nos hundimos, creando cuerpos que de la nada están adentro.
Creció.
Creci/mos. Tanto miedo para llegar a ser lo que soy. Leí que si tengo miedo no
soy. Soy yo, con mucho miedo.
Soy más
que amor, porque cobijo cuerpos en mi cuerpo. Salvo a los cuerpos de la muerte,
les doy vida, los salvo del hambre, saco el dolor físico. Cuerpitos chiquitos
con bocas que lloran y escupen saliva y me penetran de norte a sur, de punta a
punta.
Solía
enamorarme en la noche de la muerte llenando la bañadera. Solía ser sirena que
no sabe respirar bajo el agua y que vive como pez durante los segundos que
resiste bajo la presión del agua en los pulmones.
Solía. Me salvo porque tengo que salvar. Aunque los cuerpos crecerán y van a
entender, que nunca voy a ser lo que esperan. Quedo revelada, no lloro, no me
quejo, soy cuerpo que custodia cuerpos y se cuestiona las razones que más la
convocan. Salvar para ser salvada.