domingo, junio 23, 2013

Adrián es.

La sala de espera de Adrián es tétrica, pero solo los martes a las 9:45 am cuando yo tengo cita con él, su piso flotante siempre lustrado tiene un ruido espantoso cuando entro con mis pies de plomo, siempre con un minuto justo a que abra la puerta y me reciba a mi, su primer paciente de los martes. Acordamos los martes porque le explique que es el punto justo entre mi fin de semana y el comienzo de los días de incertidumbre de las jornadas laborales, además, justifiqué en mi primer cita "es muy difícil que un martes sea feriado y no  me puedas atender". Tiene una puntualidad analítica extraordinaria, lo cuál, hace que me ahorre el tormento de esperar para entrar y que me tome en serio este asunto de explotarme internamente porque para nuestra cultura la puntualidad es algo que no se destaca en el medio de las personas.
Es lúcido, tiene ojos chicos, camisas que parecen recién compradas, usa un reloj pulsera que mira dos veces: cuando entro y cuando me deja ir. Su consultorio tiene un diván negro, donde se ve el techo con molduras, unos cuadros de Quinquela y una planta de interiores. Llegué a él en búsqueda de un psiquiatra como era mi abuelo del que siempre escuché hablar maravillas como bicho de diván. También llegué a él porque de verdad quiero comenzar a trabajar en mi tranquilidad, y ese fue mi primer pedido de auxilio ante las entrevistas previas a la etapa de análisis.
Es flaco, tosco, tiene manos huesudas de un hombre que pisa los 45 y si no me equivoco tiene la particularidad de cruzarse de piernas cuando se va a transformar en el ser mas cruel al que me voy a enfrentar, y es el, cuando dice la verdad de lo que me pasa, me deja aturdida, expuesta y al borde de la nausea. 
-"Vos sos un mal tipo, no me podes decir esto."
-"Nadie te obliga a venir, yo solo hago mi trabajo, está en vos seguir la rítmica que planteamos juntos para tratarte"
-"¿Ves? Eso es una respuesta de mal tipo"
-"Vos estás acostumbrada a la gente así, no me metas en la misma bolsa, a mi me pagas para que te ayude a resolver todo lo que venís reprimiendo en las distintas etapas de la vida Flor, y créeme que no sos una paciente fácil de tratar para mí, si crees que soy un mal tipo estamos mal."
Es sorprendente como mira lo oculto, lo encuentra, te lo lanza como llamarada y te quema las pestañas, su técnica es infranqueable y mas de una vez traté de desafiarla con mis pensamientos como si le jugara una partida de ajedrez, pero no, sabe de verdad. Te reduce a la nada y te dice cómo tenes que respirar para que el pánico no te consuma.
Los martes antes de llegar en su gran mayoría son una lucha interna, no puedo llorar con Adrián no me pienso dar ese lujo todavía, aunque aveces me sienta excedida contengo, respiro como me enseñó, trago saliva y sigo, no quiero empantanar su trabajo en mí, sería un desperdicio que un tipo tan inteligente malgaste su tiempo en calmar una angustia.
Últimamente me sale mal, los martes llego muerta, sin dormir y con las lágrimas guardadas desde que me preparo para ir a verlo, no le digo ni un hola que comienzo a llorar, él se levanta, busca en su estante de vidrio y me da la caja de papeles tissue que todos los psicólogos, analistas y psiquiatras del mundo tienen en su consultorio, pero ni se inmuta ante mi que me saco la complejidad de adentro, me revuelco en los miedos, que son constantes sonantes y siempre cíclicos. Supuse, mas de una vez, que esa habitación debe estar repleta de todas estas cosas durante sus jornadas de trabajo. 
Ahora que hace frío llego tiritando, me ofrece café, que siempre rechazo con cierta sorpresa de que alguien tan impecable y lejano para mi tenga la delicadeza o hasta la ignorancia de ofrecerle un café a una paciente. Cuando hay angustia lo que menos quiere una es pasar un trago amargo y caliente por la garganta. 
Y es el 
-"¿Qué te pasa?"
-"Nada, el frío me anula, ya comienzo" -lo que me hace dudar si Adrián me hace bien o me ayuda a jugarme más malas pasadas-.
Últimamente todos los martes salgo así, sintiéndome cada vez menos cuerda, que no sabe donde está parada, que espera que Adrián le dé la fórmula de la perfección y me voy dando cuenta de que no tengo mas que cabos sueltos en la vida, que ni él, ni la cita que creí perfecta de los martes a las 9:45, ni las lágrimas que placenteramente guarde y ahora salen a litros resuelven todo lo que oculto en mi hace varios años, ya no se si me va a hacer bien seguir punzando tanto adentro mío para desmantelar todo lo que se va acumulando.
-"Mis emociones son mas fuertes que yo, y desde que pisé Salta nuevamente que no me encuentro", le dije la última vez, "creo que me equivoqué en volver, o en nacer, no sé".
Adrián por primera vez me sonrió y me dijo 
-"Te voy a decir algo que te va a sonar para el orto y muy poco profesional: pero vos te equivocas pensando en que todo lo que haces está mal con la edad que tenes no podes pensar que te equivocaste de por vida".
Al salir de ahí me acordé que el próximo martes no iba a poder ir, y no volví a cambiar la cita, que desde la primer consulta (antes de que me haga su paciente) quedó en que iba a ser religiosamente así, martes segundo día de la semana a las 9:45.
Todos los lunes dudo, en seguir o dejarme así, con la cabeza como madeja de lana, pero inconsciente, los martes me levanto dispuesta a seguir enfrentándome con Adrián y no me arrepiento.

miércoles, junio 19, 2013

Y todo termina en el horizonte, ya quisiera, ojalá la realidad se terminara en la delgada línea borrosa y fuera de foco que mis ojos miopes tratan de enfocar. Del otro lado hay mas países, y mas personas, y playas y frío y calor y gente que se adapta a otras culturas y no se imagina que vos no queres que exista. 

¿Y que pasaría si me guardara entre mis bártulos y nunca mas pensara en el mas allá? Estaría tan tibia y hundida, casi humana, desposeída de imaginación, remataría la inteligencia que aveces me atropella por un par de encantos y buen culo para encontrar un marido machista con aliento a coca y bica, con una buena camioneta y una amante de tetas hechas. Cocinaría, lavaría, criaría hijos como perros, sabría de verdad administrar la profundidad del amor.

Perdería de una buena vez ese estigma de "loca linda!" que me plantaron de chica, (que te viene bárbaro el nombre Florencia si en la cabeza tenes un jardín florido!) ¿Como pretendían que "encaje" después de tremendo rótulo?. Y ahora, ahora de grande soy "una remadora" (¡hijos de puta!) que se pongan en mi lugar: el tipo que rema tiene que hacer mucha fuerza hasta llegar al otro lado, y practica tres horas al día dos veces por semana, no las veintucuatrohorasquetieneeldíasinparar. ¿Cómo hago, si esto es inhumano?. 

Fácil, agarrándote de algún fragmento de algo y meterle pata. Seguir a los tumbos hasta que el tormento se calme, el caparazón se refuerce y puedas volver a encaminar esta cosa amorfa que sos, tratando de encontrarte.

Elegí un trabajo donde trato de imaginarme el mundo mejor, ponerme en el lugar del otro y hacerlo sentir completo vendiéndole zapatos, el trabajo no me resulta y soy una especie de "moza loca" que flashea con hacer cosas para la tele. Elegí la calidez de una casa chiquita, que no tiene ventanas a la calle porque el mundo me espanta. Elegí la música en el colectivo, el libro en la cola del banco, la bicicleta para sentir que me pega el viento en la cara y eso me realiza, elegí ser simple y amar a lo loco al circo chiquito que monté aquí. 

Y cuando crees que estás bien con las elecciones, alguien viene y te imaginas a los revolcones, clavando uñas, respirando a la par, como vibrando o suspirando, te emociona, te opifica, y es esa confusión entre sentimiento o calentura en la que no entendes absolutamente nada y te dejas llevar. La imaginación es fundamental, mas que la paciencia.

Aunque trate de lidiar me puede, camino con ganas de encontrarlo aunque no sea real, me pongo linda por si me ve, porque me encantaría, mas que nada me encantaría hacerle ver la revolución interna que me genera todo el montaje de palabras cargadas de deseo. Todavía pienso y creo en el romance como motor, y me pongo cursi pensando en que si, es lindo en la vida hacer locuras con el corazón, ojalá porque estaría bueno.

Supongo que no vivo en la realidad, ¿no?