lunes, julio 02, 2012



Ese hombre estaba muerto, lo demostraba su mirada en falsa escuadra y esa sombra espesa y pestilente que lo rodeaba. Su corazón latía, y le jugaba en contra cada vez que lograba terminar su circuito de oxigeno, todo lo que vivió, lo llevó a esta pausa eterna entre la vida y la muerte. Muchas veces se preguntaba si era inmortal, porque a pesar de no desearlo, de no querer y de intentar todo lo contrario, volvía a amanecer, y con hastío a abrir sus ojos. Cuando estaba aburrido y se fingía muerto, apestoso y solo tirado en el medio de su habitación, nadie lo buscaba, solo dejaba de estar, sentía enfriar su espalda y trataba dormir, pero al rato, las molestias aparecían y no quedaba otra que levantarse en busqueda de cognac .
Las últimas noches de calor fueron pagas en compañía whisky barato y mujeres de lencería y calle, se fumaban un porro y jugaban a amarse aunque no había amor, en algún momento lo sintió y a ese sentimiento se aferro para siempre, por mas carne a la cuál morder, mas humedad y sexo nadie ni nada superaba su percepción del sentimiento.
Con el tiempo la sombra se volvió mas y mas espesa, mas nauseabunda.En la cara de este hombre se posaba un odio que lo volvía mas desagradable y desconfiado, la vida era una molestia y eso repele.
Sus juegos con la muerte incrementaban al correr los años, pero peor es en estos meses donde el frío nos aburre de sobremanera. Se esconde en su habitación, donde desnudo finge un asesinato a su sombra, de ella cae un liquido oscuro que lo hace sentir victorioso y un poco vivo, entonces la agarra por la espalda le tapa la boca y le susurra asquerosidades al oído, la mira, mete sus dedos en los huecos ocasionados por los disparos de su winchester recientemente pulida y disfruta de sentir la tibieza de ese líquido llegando así al climax de su vehemencia.
Ahora sí, con esta excitación incomparable sabe que llego todo a su fin, nada va a comparar este delito, nadie lo va a resolver y menos que menos va a encontrarle un sentido. ¿Para qué obsesionarse?.
Sonriendo lleva el arma a su boca, le saca el seguro, mira nuevamente su acto de locura y no duda, aprieta el gatillo y de él sale un aullido ensordecedor, es lo que queda del monstruo que generó, el vacío total del cargador llevándolo de un plumazo a la vida real, a lo que es. Un loco enfermo, cansado y borracho.
No le queda opción que volver a dormir, tratar de conquistar el sueño y esperar lo peor, amanecer vivo, fuerte y sano.