lunes, marzo 30, 2009

Si supiera yo.


Tenía los dientes alineados perfectamente, como si dieran batalla en cada sonrisa volviéndola dura, contrarrestada por los labios, se escondía una ternura obligadamente omitida.
Esa nariz hace que se caiga de maduro que los años son pocos un poco tercos, simples, de pelota y fines de semana al sol, condicionado por algunos problemas, a veces el cansancio lo hace parecer un viejo, renegón, algo podrido de tanto esperar que llegue algo bueno.

Ese colorado en los cachetes deja claro que el aire lo va erosionando, raptando ideas de los poros, arponeándolas, tirandolas por la borda de su cuello, ancho, tallo. La matemática de sus pelos, hasta diría un número y al contarlos sería esa cantidad. Siempre castaños, prolijos, apantanando las ideas sin dejar de ser cómodos.
Un brillo le raja la cara al medio, los ojos, volando tamaño almendra, dicen mas que las manos, entreabiertas en cada dialogo, bailando al compás de las palabras, que las buscan antes de caer al piso gracias al rechazo de alguien que no lo escucha. Esa voz, tan discreta, chillona pero agradable, es difícil de interpretar las primeras cien veces, se le escapa; dice, dice y dice… Seguramente por la mañana se va a echar atrás.

Por la forma de ubicar las cejas, se entiende que no le es fácil ser, que los asombros lo azotaron muchas veces, que lo tomaron por estúpido, y descartó la ingenuidad como a una botella vacía. Por las orejas que le enmarcan la cara tan rígida y sobradora, entraron mil canciones, palabreríos, falsos amores, y algún que otro suspiro.

Por las pestañas casi invisibles se mezclan los tonos de colores entre los rojos de las venas, el delineado de los ojos y el nacarado bajar de sus párpados

Y él sabe que lo miro, pero se hace el tonto, sabe que estoy esperando un paso en falso, pero es muy cobarde y no camina. Sabe que le dibujo una sonrisa para que me hable, pero no se anima, que me encamino a la decepción, y al parecer poco le importa, y hasta parece que espero demasiado. Sabe que quiero que revolotee con sus discursos por mi cabeza, pero no quiere. Y sabe que me canso de mirar, de esperar, sabe que del cansancio al olvido hay dos colectivos.

martes, marzo 17, 2009

La culeada...



Usted ve todo mal porque tiene la vista así. Dice que las mujeres se hacen a golpes y deja que Francisco me pegue. Ve cómo rompo las tazas cuando estoy enrabiada y me mira mal, que por qué hice eso, me pregunta, que eso no se hace, me dice.

Por eso creo que el problema está en sus ojos; en el adentro de sus ojos. Allí, por esas viboritas que le hacen de venas o músculos, por esos cables que atan sus ojos a su cerebro y le hacen trastabillar las ideas.

Mira cuando subo a bajar las bolsas de afrecho y dice: la mujer se hace a golpes, mientras ve cómo me caigo. Por las noches, cuando pega su oído a la puerta, escucha mi grito apagado en la almohada y los gritos de chancho lleno de Francisco y se siente contenta. Se siente así porque no es la que está allí. Cuando por las mañanas tengo mis ojos con sombra, dice que me maquillo y no que son moretones de sopapos.

Yo creo que tiene los ojos dados vuelta, hacia atrás, y se mira y se retuerce viéndose toda negro adentro, como víspera de tormenta, como en esos sueños desbarrancados que uno cae en el pozo y amanece bajo el catre.

Pero cuando ve al Pancho saliendo de mi atrás, abrochándose el pantalón y secándose el sudor con olor a cochinada, usted se relame esa su boca sin dientes y se le encienden los ojos enrevesados.

Por eso pienso, cuando él me abre de atrás, como destajando sandía, cuando me hace mojar la sábana con mi sangre y mi saliva, que usted también pasó por esto. Pienso que extraña a papá haciéndole así o que le da pena que él ya no esté, desde que murió atragantado con locro, mientras hacían eso, y no tiene a quien latarle toda la rabia que le entró.

Pienso que extraña no el gusto sino la costumbre del dolor que le solía arrancar tajos de su grito en esas siestas en las que me mandaban a lo de Erótida.

No pudo vengarse de él por sus desgarraduras y se venga de mí. Quiere partir su dolor de antes y tirar sobre mi dolor de ahora, de pura egoísta que es nomás.

Eso pienso porque no me hace caso cuando le grito, sin palabras, con mis ojos, para que me ayude, que me socorra y sólo encuentro sus ojos que se escapan y entonces, mejor, quedo callada, mirando el piso, que aunque sucio, me escucha no diciéndome nada, no mostrándome de vuelta mi cara como usted lo hace.

Yo veo en su cara mi cara y me asusto, tengo vergüenza de mí. Después veo esa misma vergüenza en la cara de los vecinos, cuando me ando por la calle y me miran fiero.


Fragmento de "La Culeada" Obra de Teatro que ví el fin de semana en el Aristene Papi, interpretada por Grisel Nicolau... Me mantuvo la piel de gallina durante los 35 minutos que dura la obra... Después de eso, el sabor amargo, y las ganas de abrazar a Grisel, por maravillosa. Y un vacío general, tendrían que verla, rompiendome la cabeza con un collar de perlas, un par de zapatos, una peluca y una muñeca... Tendrían que verla...

lunes, marzo 09, 2009

De Urgencias


Vueltas a la manzana en ambulancia. Sacrificar mis manos tan inútiles a la hora de las caricias porque ya no tienen mas que hacer que rascar mi cabeza que se cansa de ser sostenida por mi espalda que se cansa de estar siempre tan curvada. Y qué voy a hacer, si no para de llover, si abro un paraguas y me gotea el mundo. Los cerros ahora pesan mas que los escombros que sostenían a los edificios que alguna vez derrumbe con la mirada.

No hay nadie en la calle que me venga a vender espejos de colores, y mis sonrisas se pudren en la alacena.
¿Qué hago con este nombre, que no elegí? Quemaría mi documento y aparecería en aquellos lugares donde decidí morir, nacería en tantos otros, donde me pondría un nombre que no haga fotosintesis, para no necesitar del sol, que no es mas que una estrella, y hoy las patearía a todas, deformaría sus constelaciones, aburriría a los santos y los mandaría a diseñar pecados mas originales. Compraría un altavoz y me pararía a gritarte al oído que acá estoy. Y que me canso, y me voy, porque me aburro de esperar, de revolucionarme internamente para volver a la quietud. A la roña de mi living, donde no pasa nadie mas una cucaracha, para comer mis pestañas, ahora que me caigo a pedazos, y acá estoy que me quedo, que me voy, que me quede otra vez.