domingo, mayo 19, 2013

La insoportable levedad del ser


Tomar conciencia de que perdí todo, me pongo a buscar culpables.
La (in)conciencia
Las risas.
Los cuentos en mis cuadernos en horario de clase.
Los malos tragos.
Los buenos tragos.
La música.
Los libros
Papá y mamá.
La ciudad que amo y odio.
Que me voy, que me quedo.
El paso del tiempo que dice que cura y no.
los etcéteras.
EL MIEDO.
pero sobre todas las cosas YO. Por no saber hacerme cargo.

Es un arma de doble filo, porque no se trata solamente de enseñar en base a experiencias o a leer y escribir, a sacarle las rueditas a la bici y darles el empujoncito disfrutando en conjunto esa hermosa sensación de libertad, no es decir "no hables con la boca llena", o "lavate las manos cuando vuelvas del cole", es saber hablar, ¿cómo, dónde, cuándo? y filtrar... Es el ¿por qué a mí? de la niñez proyectado.
No termina ahí, va mas allá, es un universo que se abre, todas las luchas internas de la niñez y adolescencia se refuerzan en carne viva, infinito, incalculable, invaluable.
Es la mejor y peor manera de demostrar tu amor, tu control sobre las situaciones y hasta un paso más hacia aquella meta inalcanzable que la sociedad establece como madurez.
Es la base de todos los valores, es la levedad del ser, para que cuando uno se desprenda sepa cómo hacer, es el blanco y el negro, el bien y el mal, es afilar comportamientos, es encerrarte en el baño a llorar porque no queres que nadie te vea hundida en el pánico de estar educando mal porque no hay margen de error. (Y hago todo al revés, está en mi naturaleza). Es el miedo y la carga de la culpa que por tu acción llegues a truncar un camino en base a un conocimiento o una experiencia, al fin y al cabo amar da resultados que uno no entiende, este es el peor caso que me paso en la vida.
Siempre fui pésima en matemáticas, y aquí hay que calcular todo, el movimiento de las manos, la curva exacta en la que las cejas se fruncen, el tono de la voz, la respiración y el eterno conteo hasta diez, el control del pánico casi nulo (propio y ajeno), la ira que se te sale por los poros, el amor que se va de cause, los ojos que se te clavan a los tuyos con mil cuestionamientos, y vos pensando si te entiende o no. Es querer decir y no poder, es la complejidad absoluta de las relaciones humanas.
Educar(se) es lo mejor y lo peor de uno para el resto y para uno mismo, y ahí vamos.
Para educar hay que educarse entero, por dentro, por fuera, y enfrentarse a uno para dar todas aquellas respuestas que valen más que un tribunal de justicia, que la inflación, que el dolor de muelas, que el miedo a perder el laburo, a que te pise un bondi o a que te den un pelotazo en la nariz cuando te patean una pelota. ¿Será revivir los dolores para tratar de revertirlos? ¿Será como a te dicen los viejos "con el cinto"?¿Será brindar todos los elementos y prueba y error? ¿Cómo se hace, cómo hicieron conmigo?
Para educar hay que saber contener, perder la compasión, bancarse las angustias (nuevamente propias y ajenas), saber llevar las miradas y las voces, las luces, las lágrimas, las ganas de abrazar, la presión de la sociedad, el pecho cargado, es el miedo a todo.
Maldito sea el control absoluto, en este caso errar no es humano. Pero ahí vamos. ¿Hago bien?