lunes, diciembre 30, 2013

No puedo despedir el año, porque me encuentro en la misma situación que el año pasado.
Quiere decir que en absoluto pude evolucionar y que me confundí de nuevo, con las mismas cosas y en mi temperamento juré no volver a desandar los pasos, porque no me sirven de nada ya. 
El año me enseñó que el coraje y la salud, a veces juegan malas pasadas.
Y así se va, de nuevo estoy robando, en este caso con palabras de Juan Gelman, porque el mundo necesita más poesía y menos Florencias.
Chau, nos vemos en el balcón, con una sidra y un paquete de fósforos cohetes para ahuyentar a los perros, que me importan menos que las personas.

XCI 
toda poesía es hostil al capitalismo 
puede volverse seca y dura pero no 
porque sea pobre sino 
para no contribuir a la riqueza oficial 
 
puede ser su manera de protestar de 
volverse flaca ya que hay hambre 
amarilla de sed y penosa 
de puro dolor que hay puede ser que 
 
en cambio abra los callejones del delirio y las bestias 
canten atropellándose vivas de 
furia de calor sin destino puede 
ser que se niegue a sí misma como otra 
 
manera de vencer a la muerte 
así como se llora en los velorios 
poetas de hoy 
poetas de este tiempo 
 
nos separaron de la grey no sé que será de nosotros 
conservadores comunistas apolíticos cuando 
suceda lo que sucederá pero 
toda poesía es hostil al capitalismo


lunes, diciembre 23, 2013

Navidad de reserva.

-Las fiestas son algo así como un cortador de pasto: se especializa en interrumpir la paz de uno. No sé, hay que ser un poco cínico para ser cortador de pasto, encender ese mosquito gigante que salpica pasto y mierda de perro por todos lados. Ganarse el odio de todos los vecinos. ¿Viste que sus horarios son en los de descanso? En cualquier momento salen a cortar el pasto los lunes por las madrugadas.

-Tan cínico como el organizador del pesebre viviente de la esquina, ¿lo viste? los chicos corren y gritan diciendo que adoran al señor. ¿Sabrán el concepto de adoración, entenderán de dónde viene ese señor que dicen adorar?

-No creo pero debe ser divertido, correr adorando en círculos mientras todos gritan.

-¿Quién será Jesús? Tan chiquito, lo someten a un papel principal donde ni puede llorar, Es un divino niño, no llora, no mama , no caga, tiene que dar amor desde una cuna de paja!

- El otro día el organizador gritaba diciendo que tenía que salir perfecto porque iba a venir Canal 11 a filmarlos, todos estaban muy nerviosos, el organizador se oía tenso.

- A mi me toca hacer el Vitel Toné, reemplazando el de mi vieja. Lo voy a hacer como ella, la voy a reemplazar, en esta navidad mamá va a ser reemplazada por un Vitel Toné.

-¿Las alcaparras?

-Ella nunca le ponía alcaparras.

(Y todo el tiempo te cae la ficha 
por algo viejo 
por algo nuevo 
por algo tonto 
por algo serio 
y asi avanza la vida y te vas poniendo viejo 
y un día cerras los ojos 
y todo empieza de nuevo)

-Si, en los 364 días restantes del año vivimos sin alcaparras. Yo separo las alcaparras, no sé que son.

-Llenamos el vacío existencial en navidad, estamos con gente con la que no queremos estar, yo no quiero ir a pasar las fiestas a ningún lado, aprovecharía para no hacer nada, y no desearle nada a nadie. Uno desea cosas que exceden a sus posibilidades. Lo único que hago es pensar en mi vieja, en Eduardo, en mi abuelo. 
La última navidad el abuelo se había disfrazado de Papá Noel y todos sabíamos que era él.
Me dio un regalo que nunca me voy a olvidar, un radiograbador que andaba mal para que sea periodista, me enojé tanto. Ahora lo extraño, volvería el tiempo atrás, solamente para repetir el momento en el que el abuelo, con su disfraz horribile, me daba ese regalo y poder disfrutarlo un par de minutos más. Después se murió y se fue todo al carajo, la navidad, la familia.

-Al final el único objetivo es sentarte a comer, y seguro me van a criticar el Vitel Toné, porque lo hacía mi vieja y nunca voy a poder llenar ese espacio. ¿Por qué? ¡Que horror! Uno se sienta y come, come como un pac man , waca waca waca waca. Se llena la panza para al día siguiente no poder cagar, y tener que seguir comiendo las sobras, aunque no tengamos hambre, y que nos de migrañas, porque estás comiendo mucho y prender el televisor para que digan cómo hacer para que cagues todo y no tener más migraña. Entonces te sacan fotos, y brindamos deseando cosas imposibles, la realidad es que nadie tiene ganas de festejar.

-Mi papá no me llama ni en mi cumpleaños y en navidad se desespera por estar conmigo, es un castigo para mí, lavar sus culpas. Me dice que me quiere, pero todos los días de mi vida lo necesito, en realidad su cariño es meramente simbólico. Pero como es navidad, lo tengo que perdonar. Entonces comienza su monólogo, y yo me creo el verso.

-En navidad, haría como dice la canción, saldría al techo de casa con un rifle. Papá merqueado lo hizo más de una vez, pero su aire comprimido se trababa y se volvía evidente, disparábamos a las botellas de sidra de los vecinos de en frente cuando encendían las cañitas voladoras y discutían a los gritos, papá me decía que les disparaba porque simbolizaban todo lo que es la navidad, gente eufórica discutiendo.
Está muy sobrevalorado, como el amor, como la familia, por eso mamá y papá se separaron, él dispara, ella trata de sacar un concepto de mierda a flote,  no se que vale más. Mamá es supuestamente “feliz”, hasta tiene hijos licenciados en algo y la pone orgullosa.

-Tendrían que replantearse la navidad, donde a las niñas les regalan cosas de princesas que a simple vista son oligarcas y anoréxicas. O cocinitas, o muñecas, o bebotes. Todo muy nefasto, no?

- Y a los pibes les regalan martillos de Thor, eso es más divertido porque podes golpear al resto.

-Después andamos todos borrachos, chocamos y nos matamos entre nosotros.

-Menos humanos vivos, y más humanos quemados, un suicidio en masa. Creo que ya estoy triste.



jueves, diciembre 19, 2013


I
Los mismos compañeros con los que laburan se le metieron esa noche a la casa, lo botonearon los colegas envidiosos enfundando su discurso en cualquier  verdura para quedar bien con el zapato de Lami, le sacaron el secarropas y la plancha y lo escracharon con fotos en el diario. Él estaba tirado tranquilo con su pibe más chico escuchando lo que decía Fantino del partido de San Lorenzo que enfilaba para campeón, tranquilo porque era su día libre, hacía calor pero el cansancio de la semana no lo dejaba levantarse a encender el turbo.
Lo primero que hizo Chicho cuando llevó el secarropas fue usarlo para secar el uniforme de cana, porque ser cana es hoy por hoy una mierda, antes estaba bueno, ya no hay respeto, se les perdió el miedo a los polis, es más los policías en los barrios tienen que andar con cuidado y el culo contra la pared. El aparato fue recibido y festejado por Paula que andaba esperando el tercer nene, y ya no podía más con el semi automático y la panza, los venció la ansiedad y cuando lo probaron no sabían que había que sostenerlo porque se tambalea, el coinor quedó dando vueltas como trompo, ellos se reían y se daban abrazos y besos, era un triunfo y un homenaje hacerse un regalo tan barato para ellos, a veces da gusto progresar con tanta facilidad.
En la primera semana de diciembre se desató en la capital Salteña y provincias vecinas una especie de efecto zombie en la sociedad, el centro parecía una jaula de loros adentro de un camión en una calle de ripio, la gente no sabía lo que hacía, no entendía nada pero más o menos seguía al resto. Esa noche la sociedad se encontraba dividida en partes, los que saqueaban (minoría), los que defendían lo suyo, y los que se paranoiqueaban y querían colgar a cualquier caco de la pija frente a la catedral solamente porque son negros marginales sin educación (lamentablemente, la mayoría). Se sumaba a este grupo, un cuarto, la policía que tenía órdenes directas de arriba de aplacar los disturbios. También estaban los medios, que trataban de dar a entender que pasaba, pero mientras tanto rosqueaban a favor y en contra de sus conveniencias. De todos estos grupos, nadie hacia nada bien, la paranoia, el desorden y la adrenalina es la combinación perfecta para el caos.
Los compañeros le habían dicho a Chicho antes de salir de la seccional que se iban a prender en la del resto del país para pedir que le aumenten un cacho mas el sueldo, Gómez era un turro, el más viejo de ese grupo. Siempre manejaba cuando salían a patrullar, enfilaba para la calle de los travas y les cobraba la cometa por laburar en su zona, nadie le podía decir nada, cuando aparecían aspirantes los obligaba a bajar con él para divertirse un cacho.
Gomez y Sanconte tuvieron la iniciativa de sacar provecho de la situación, Gómez quería un plasma y un dvd para ver tranquilo the walking dead y Sanconte quería una notebook para llenarla de porno, La Cabo Sanchez quería la play 3 para el hijo. Chicho no quería pero Gómez le explicó y aflojó “Sos un boludo, pero no tenes la culpa. Va a estar lleno de gente generando disturbios y todo arreglado, nosotros mandamos a saquear a los amigos de Villa Juana. Ellos agarran lo que le pedimos y se sacan lo suyo también, agarramos a cualquier gil, pero a ellos no los tocamos y no dejamos que los toquen. Termina la noche y nos encontramos en la casa del Turko Perez para hacer la repartija, no puede salir mal, lo están haciendo en todo el país, todo un circo. Nosotros vamos a ganar un aumento y de paso equipamos la casa.”


II
El tipo no tenía la culpa, creció en los noventa en pleno gobierno de Menem y supuestamente estábamos mal pero íbamos bien. Creció en una casa común de la Paternal, de esas casas chorizo viejas, con patios que la entrecortan y manchas de humedad. Vivía con su mamá y hasta hace un tiempo atrás su abuela. Su papá se fue o se murió, nunca supo y no se animaba a preguntar. La casa estaba bien, empapelados de flores bien kistch, plantas en macetas hechas con latas, ruedas, potes de helado y canaletas, un gato que meaba en el bidet y dos libros de la historia familiar, una reliquia porque mostraban el origen de su familia antes de emigrar para Argentina, les daba identidad, los diferenciaba por tanos. Tenía su habitación, su pelota, su camiseta de Huracán y su escuela a dos cuadras, normal diez.
Su vieja, Fanny tenía una pilchería, fumaba mucho y hablaba fuerte. Los sábados a la noche se juntaba en la parte de atrás del local con 4 amigas y le daban a la timba por plata, las amigas tenían bocas grandes y ojos pintados con colores perlados, mucho maquillaje katalia que a las horas de juego se comenzaba a disolver en sus caras y parecían derretirse, eran unos monstruos rubios y perfumados con Avón. Los puchos al costado de la boca, las cervezas Palermo que todavía salían 80 centavos en los chinos y su vieja, que lo hacía quedarse quieto al costado mirando la televisión de aire en esas pantallitas chiquitas que se compran en el once, con el paso de las horas todas esas rubias berretas se transformaban en lo peor de sí.
Mucha bola no le daba, decía que le había salido tarado como el padre pero que el pibe no tenía la culpa y había que quererlo, ella se adjuntaba algo de culpa por destetarlo. Lo destetó a los 3 meses, temía que se le caigan las tetas y eran su mayor orgullo, Fanny era una egoísta y así le fue.
En el 2001 la agarró la crisis, la pilchería no andaba ni para atrás ni para adelante, el alquiler estaba por las nubes y ella era una inútil consiente. Vendió todo, casa, pilchas, chiches, cuadros y demás por algo de efectivo, unos dólares, patacones y lucheon tickets. No podía más, Buenos Aires se volvía tormentoso para ella y por ende para Chicho, era volverse a Italia  solamente porque de ahí vino su tatara abuela o morir en algún lugar donde la argentinidad no sea tan devastadora. Si bien el panorama no era el mejor, era más acogedor nuestro país que cruzar el charco y se quedó aquí.
En octubre de 2002 se mudó a Salta, donde había conocido en un verano a un primo lejano y le dio una mano. Con lo que tenía compró una casa en la Martín Cornejo arriba y pudo amoblarla, guardó la guita en el colchón como le aconsejó el primo y se puso a buscar trabajo, no había nada, a su edad, con su temperamento y su inexperiencia no podía hacer nada. El primo la bancó hasta lo que la realidad le dio. Cuando no daba más, comenzó a ofertarse por clasificados, cuando Chicho se dormía a su casa ingresaban los hombres que podían y querían pagar lo que Fanny valía, al primo le debía varios favores así que le hacía precio. Era buena, y en algunos casos lo hacía por gusto. Con esto Fanny volvía a darse los lujos que le apetecían, algunas noches “cerraba el cheboli”, y se dedicaba a reponer en su cuerpo, lo que el trabajo le demandaba, teñía su pelo, pintaba las uñas y se hacía el tiro de cola.
Así creció Chicho, como un boludo sin tener la culpa, terminó el colegio en la Urquiza y se metió de aspirante a cana. Se quería abrir del ala de Fanny y en la escuela de cadetes vio una salida rápida. Los azules lo apodaron “porteño”, y así lo llamaban en los partidos que hacían en la cancha de la escuela de policías entre actividades. Se hizo algunos amigos, no era de resaltar, salvo por su tonada y sus características físicas, no era un cana común salteño. Jugaba bien a la pelota, y no le gustaba pensar. Los amigos nuevos rápidamente se dieron cuenta de que su vieja era puta, y comenzaron a frecuentarla. Se pudrió de todo, en cuanto consiguió un poco de plata se alquiló una pieza cerca de la escuela y se mandó a mudar.
Ahí encontró un mundo donde está bueno ser aspirante, trató de hacer todo lo más rápido posible, y así fue como Chicho, El Porteño se volvió cana. Por boludo por no decir de más, por no ser pillo como Fanny, como los compañeros, como los mismos amigos. A veces fantaseaba con su viejo y se imaginaba que en la cola de un super, el cajero lo reconocía y se abrazaban, que iban juntos a la cancha, que se tomaban un vino y se ponían al día. En algún delirio pensó que lo habían secuestrado los ovnis, y que el luchaba por escaparse de esa nave donde era sometido a interminables estudios para ir a decirle a su hijo que nunca lo abandonó, pero que no había sido fácil salir de ahí para buscarlo y amenizar tanto vacío, pero que estaban a tiempo de recuperar ese tiempo perdido.
Andaba solo, y se sentía un salame como si el destino lo hubiese encasillado a la perfección en ese título de dolobu sin tener la culpa. La ironía se le desparramaba en la cara esa noche, donde se tomaba su primer vino tinto en una taza sin agarradera, lloraba desconsolado, por la pelota, por la puta de su vieja, por Huracán, por las prácticas policiales, por el cansancio del aspirante sobrexplotado, por la falta de amor, por sentirse tan solo en el mundo. Le hubiese encantando tener una máuser. Como las que usaban los tipos de la inteligencia de las películas que pasaban en ATC y que veía en la pantalla chiquita en blanco y negro los fines de semana de maratón timbera de su vieja. Cómo le gustaría volver a eso, los momentos esa sensación al menos las amigas de su vieja ajironaban entre tanta desesperación la realidad de su vida,  era lo más similar al vientre materno que se le ocurría ante tanta porquería. Con la alemana Mauser se volaba la cabeza, con la reglamentaria podía salir o todo bien y matarse o todo mal y ser un boludo sin culpa pero con suerte.
Salió con el caño metido del lado de adentro de su campera de jean y corderito, se iba a matar y quería dar un show, volarse la cabeza en algún lugar donde todos los morbosos vean su poco seso como mermelada untada en la pared, ojalá que el forense sea su viejo, así lo miraba por dentro y entendía que de nada sirve tener un corazón cuando le vacían el pescuezo. Así salía Chicho, reventado por dentro, podrido de tanta cosa turbia dispuesto a sacarse todo eso de encima de una buena vez.

III
Esa noche conoció a Paula, y nunca le contó que por ella no se mató, paró a comprar puchos en un 24 y ella estaba ahí con su puperita, su jean localizado que le dejaba el culo como media sandía perfecta, mascando chicle de la manera más desagradable que alguien podría observar, indiferente ella, le revoleó el Phillip Morris 10 y le dio el vuelto sin mirarlo, algo le picó, y se la charló un rato, como para estirarle un rato a la parca. Eran como las 2.30 cuando ella le dijo que se vaya, que si quería hablar la invite a una cerveza, no en el laburo. Salía a las 6 y el jefe le prohibía visitas nocturnas porque vivían afanando por la zona, a lo que él le aseguró que esté tranquila porque era policía y era su día libre. A las villeritas les gustan los canas, pero este encima era porteño y con raíces tanas, era ganancia asegurada.
La cosa quedó en las 6 de la mañana cuando se encontraron. Paula se enterneció con la necesidad de hablar de Chicho, revoleó el chicle, le sacó un pucho del paquete, lo fumó y comenzó a acariciarle el cuello, lo apuró sin drama, y se fueron a la pieza, fue suficiente para que ahí apareciera un amor de horas, no solo por la piel de Paula y de que Chicho venía sobrecargado de calentura. Ahí estaban ellos juntos las horas que podían. Se llenaron de sueños y proyectos, ella iba a dejar el drugstore y se iba a poner a estudiar para maestra jardinera, ellos se iban a ayudar. Se cruzaron en el momento ideal, se necesitaban y ahí estaban. Paula era la única persona que no veía a Chicho como a un tarado, se cambiaron las horas para dormir, y así andaban a los arrumacos en el cuartito.
Así pasó un año de la aparición de Paula, como un angelito cumbiero que le dedicaba canciones de amor a Chicho por el Facebook, cuando apareció un quilombo nuevo. Ella había dejado de trabajar y se había puesto a estudiar, con el sueldito de Chicho y la repartija de las comisiones que Gomez le sacaba a los travestis andaban bien. Un día se desmayó en el medio de la clase, cayó con el evatest a la pieza, estaba embarazada de 9 semanas. No quedaba otra que apretar los dientes y hacerse cargo.
Chicho hacía más horas de las que el cuerpo le permitía, se quedaba dormido en la comisaría y los compañeros lo aguantaban, si algo había que reconocerle al porteño, es que le ponía huevos como nadie. Cuando Fanny se enteró les ofreció volver a la casa de ella en la Martín Cornejo por un alquiler mínimo y aceptaron. Allá se mudaron, Fanny los ayudo, andaba noviando con un puntero que les arreglaba cuanto plan social podía y con eso se hacían de otro sueldito, con eso Chicho hacía menos guardias y dormía. Soñaba con una vida mejor para su Paula y el hijito, quería un varón para jugar a la pelota, para llevarlo a la cancha de Huracán, para que vayan al autódromo a ver las cafeteras y cuando crezca, pagarle la universidad para que no sea cana y la pase mal como su papá.
Le costaba horrores levantarse, Fanny se había ablandado y le preparaba bollitos caseros que él repartía en la comisaría, se habían montado con Paula una mini empresita de cosméticos, vendían natura, avón, amodil y fuller, les iba bien y laburaban desde la casa. Se compraron una motomel y hacían los repartos las dos, el carisma de Fanny y la habilidad de Paula con los números hacían que todo marche bien.
Ese día se movilizaba la CCC, siempre lo mismo, más planes, mas subsidios, más, más, más, todo era normal, un embole hasta que Fanny le mandó un mensaje, diciendo que iba a nacer su hijo, se fue con el uniforme y todo. Feliz, pensando que le iba a poner León. Llegó desesperado, cuando la vio a su mujer hermosa, radiante con el bebé prendido a la teta, 3, 200 pesó nació de parto natural, todo perfecto al fin.

Chicho al fin tenía una familia, ya ni se acordaba de su papá, ahora él era papá, el mejor de todos sin ovnis, ni fantasmas del pasado. ¿cuando lo tentaron? pobre, se quedó en la calle. Aveces lo veo pasar con el diario chiquito todas en las mañanas, marcando clasificados. El tipo es un boludo, pero no tiene la culpa.

martes, diciembre 03, 2013

Hairnet Paradise

Me preguntó si me quedaba a dormir y le dije que si, pero que corra los pies así podía poner mi cabeza al lado, siempre me dieron asco esos pies. La cama era chiquita y tenía olor raro como si muchas personas distintas durante muchas noches distintas hubiesen sufrido lo mismo que sufríamos nosotros esa noche, chau le dije, me quedé mirando las manchas de humedad y la lampara fluorescente, había como cientos de imagenes en las manchas de ese techo.

No me quedaba otra que estar, dejar que la transpiración se apodere de mi como a todos ahí, que se me pasen las ganas de vomitar y de largarme a llorar o dormirme, aunque sea para soñar que me tomo el 5 y vuelvo al barrio, donde muchos amigos con diegos maradonas tatuados en el pecho me esperan con una cerveza fresquita, un porro y me cantan el feliz cumpleaños. Nos podíamos ir a las 8 del martes, después de que la enfermera le tome la presión y el doctor diga que está todo bien. Para que esto pase faltaban 6 horas. Gracias hija por estar acá el día de tu cumpleaños, me dice cuando por fin yo me había dormido, no era mi cumpleaños, nunca supo cuándo es mi cumpleaños.

El paisaje era este carteles en pasillo que se interrumpían con un gordo que paseaba con un carrito con Talcas y una torre de sandwichs de milanesa. Se escuchaban quejidos, ronquidos, pedos, estornudos, tos, murmullos y sirenas. Se hacía desesperante saber que dentro de una habitación de 60 metros había muchos tipos postrados en camillas esperando alivio con una ficha y un número. Inhalando y exhalando su propio aire apenas alivianado por unos ventiladores viejos. 

En la cama 122 estaba Quispe que le clavaron una punta y le robaron la cuota de la ANSES para comprar falopa, lo más triste de todo es que fueron sus propios hijos. Don Quispe corta el pasto en la casa de mi abuela todos los terceros martes de cada mes, así es desde que tengo uso de la razón, llega con la bordeadora y el rastrillo atados a la bicicleta y labura callado, puede estar horas bajo el sol y no te pide ni agua, nadie tiene cuero para estar tanto al sol, solo Don Quispe.

Esa noche estaba solo, como siempre y parecía no importarle, como si esa parte del cerebro que te hace sentir vulnerable se le hubiese desprendido del cerebro quedando por ahí como un tumor que nunca fue, o desarrolló un super poder que hace que llore para sus adentros, o lloraron tanto sus ancestros que las generaciones venideras se quedaron secas de angustia, evolucionaron para aguantar y aguantar. Dormía como en una habitación del Sheraton, daba la sensación de que ensayaba la muerte, provocando una alteración de sus estados, la comida del hospital era el room service que nunca pudo tener.

Un enfermero me corrió de ahí, me dijo que era el ala de hombres y que las mujeres no podíamos quedarnos a dormir. Me hacía pis, pero prefería una laguna en los pantalones a un paseo por esos baños. Faltaban 5 horas para las 8, papá dormía y el hospital era la máxima representación de la desesperación, los enfermeros se paseaban con tazas y termos como caminando por la peatonal, para ellos es su hábitat y ahí se desenvuelven con total normalidad.

Dos administrativas decoraban un rincón horrible con un árbol de navidad rengo y un pesebre que se burlaba de mis devaneos metafísicos y las ganas de mear. Las luces re chinas, a San José le faltaba el brazo izquierdo y la discusión de pegar al niño dios con gotita para que no se lo roben. ¿Qué mierda tiene que ver San José y las luces con todo esto? Nadie se merece ver a un niño Dios en pelotas, recién nacido con pastorcitos en una jesrusalén de papel madera debajo de un cartel que dice que cuidemos la limpieza. No tiene coherencia, la gente que está ahí opta por la Fe como manotazo de ahogado y cuando se olvidan de sus dolores le compran una Talca y una milanesa al gordo que vende para comerla al lado de alguien que vomita, necesitamos ayuda urgente.

Me hacía pis, la panza me hacía ruidos raros, identifiqué al médico y lo seguí, cuando me vio hizo un comentario de que era raro que siga ahí, parecía acostumbrado a que familiares y amigos depositen en el San Bernardo a sus enfermos y se sientan liberados de ellos con sus penas y angustias. Me dejó ir con una especie de aprobación por no tener esa cultura del abandono, odio los abandonos y todos sus sinónimos, aunque en casos como este, debería repensarlo. Le pregunté por papá y respondió lo de siempre, menos falopa, menos sal, salir a caminar, Ni escuché las recomendaciones esa dieta se pierde rápido para retomar su clásico vaso de whisky barato. Vivimos sumergidos en una contaminación que nosotros mismos generamos, nos acostumbramos a lo llano, a lo quieto, a lo insalubre.

A las 8 estaba ahí, y una hora después lo soltaron, como a un preso con una bolsita con sus pertenencias y remedios, medios boludos los dos, salimos de ahí, antes de irme saludé a Don Quispe que dormía, el sol pegaba fuerte ya. Este martes va a ser un día largo.





domingo, diciembre 01, 2013

Vino tinto que aturdes mi pena

Llamé a Darío mi mecánico amigo, amigo porque mi auto es una porquería, sumado que no lo sé cuidar por ende pasa mucho tiempo en el taller, donde siempre hay cumbia, asadito y vino. Me atendió y me dijo que estaba en Santa Fe porque se le había muerto la vieja, que hable con Pedro su socio que también me cae bien. A las 19 hs estaba Pedro revisando el 12 que no arranca, lo ató a su chata y fuimos al taller yo estaba segura que era la batería le decía en el camino. Lo cargué porque estaba vestido de chomba blanca, unos jeans, mocasines y perfumado, tentado me dijo que saque un envase del baúl y que compre una cervecita para charlar.


Prendió la radio, con Wanabara de fondo comenzó a hablar sin pedir permiso, mientras destapaba la Salta con el encendedor. Ates de hacerme el auxilio venía de meditar, hacía un mes que se había separado, y para sacarse todo ese abandono de encima fue a parar a un centro de meditación donde asegura que habla con Cristo, todo esto mientras se ponía por encima de su ropa limpia el overol azul con cierre plateado. Resulta que en ese asunto de buscar la cura a la separación de su mujer y su hija conoció a una minita que es vegetariana y se la enganchó. 


Se le comenzaron a engrasar las manos y metía la pelada dentro del motor, le preguntaba por su novia nueva, 15 años se llevan, ella viene de chaco y trabaja en una oficina postal, tiene caderas anchas y eso lo vuelve loco. Hace unos días formalizaron y con la hija se lleva bien. Está bajando de peso y es feliz porque ella lo deja comer carne y tomar vino, se disfrutan, se van de baile y ahí andan como pendejos de 15 años, se besan, se mandan mensajitos organizan comidas, el ama el vuelito a la parrilla y ahora aprendió a cocinarle zucchini a su chica.


Cuando me preguntó, me acordé de la mala suerte que tengo, le saqué la botella de la mano. Le expliqué como preparándome para atajar un penal, que lo mío es andar sola porque mi corazón es de un peroncho que escucha punk, pero ni me registra. Nos vemos desde hace meses, siempre con la misma dinámica. Cuando se tomaba un par de whiskys, se acordaba mi teléfono y me escribía para decirme que iba a pasar, a veces era tan tarde que yo no escuchaba, pero cuando había suerte y yo no dormía, lo invitaba sin problema. Venía callado a mitad de la noche, no hablaba o hablaba poco y yo no quería escuchar, en realidad en ese formato escabio 2.0 abría la boca para decirme que era linda y para cargarme porque yo soy del santo y hace mucho que no nos da una alegría, ninguno quería hablar solo darnos unos buenos besos con aliento a borracho y coca. 


No era de esos a los que les pinta el romanticismo mentiroso, decía que odiaba dormir con alguien entonces no me ocupaba espacio en la cama, y yo me perdía en un sueño profundo y feliz porque me dejaba sin ganas de amor, y con una sensación de libertad cómoda. Más de una vez, nos cruzamos en algún bar, entonces me hacía esa seña de “vam” con la cabeza y nos escapábamos de los amigos para terminar en mi cuartito, oscuro y chiquito.


Salía de casa sin hacer ruido, para que la vecina chusma no me haga quilombo (que era moneda corriente) siempre me jodía por meter tipos y pasarla bien, que no barría la vereda, que salía pata pila a comprar y escuchaba la música fuerte, que mi Renault pierde mucho aceite y le mancha el garaje. Vieja envidiosa, ya quisieras que te preste a este peronista con manos suaves, ojalá tu salteñidad chata y podrida te deje entender que por ese rato solo ese rato era mío y yo de él.


Seguía yo, desahogándome ante Pedro, le contaba medio triste que cuando no estábamos borrachos, nos encontrábamos a la salida del trabajo. Puteaba y estaba fastidioso, es que tenía un compañero puto que compraba tortitas y mini facturas para celebrar los cumpleaños de sus compañeros, que no hacía nada bien y que lo odiaba por puto inoperante. Cuando se relajaba era más lindo, me divertía su simpleza. A los dos nos gustaba el cine, nos recomendábamos libros, me contaba de sus viajes por aquí y por allá, el rato se hacía bonito, muy bonito.


Escuchaba mis dramas, y me decía que piense bien, que era muy impulsiva, después comíamos unas pizzas y unas cervezas y volvía la esencia de nuestros encuentros, nos divertíamos así en secreto. La cagada fue cuando comenzamos a hablar, cuando me decía que le gustaban mis expresiones, que se reía de mis chistes cuando nadie los entiende, se preocupaba si andaba triste y hablaba de morirme. Nunca me dijo que me quería, pero yo sé que me terminó queriendo en ese corazón de negro, bostero, misógino y peronista hay lugar para el romance. 


Nos veíamos a escondidas, comíamos algo por el barrio y nos encerrábamos en casa, nos edulcorábamos la rutina, un mini club de autoayuda de dos socios únicos, nos acompañábamos un cachito. No era más que eso, las complicaciones no entraban en discusión era eso y el código inviolable era que no se vaya de ahí. 


Yo falté al pacto cuando lo comencé a querer, y yo queriendo soy de terror, comienzo a extrañar, porque quiero verlo borracho y despeinado, pero a la mañana también, porque no quiero que me deje dormir sola, aunque siempre coincidí con su teoría de que dormir abrazado a alguien es la expresión de afecto más incómoda que existe. Le pedía que se quede sin decirlo, cuando cedía aparecían las charlas mirando al techo que se volvían de horas y se pasaba la noche, entonces dormíamos de mañana. Dejé de pensar en pelotudeces con él, y presté atención al auto, no hubo caso quedó en el taller y el lunes hay que ir a comprar los repuestos, ya era de noche y las cervezas fueron varias, el pelado acordaba con su nueva novia un encuentro en un bar.


Mientras me traía a casa, me consoló, lo tuyo es andar así me decía y le daba arranque a la chata, aprovecha el tiempo para meterle pata a los proyectos, pensaba en todo lo otro medio romántica y envidiando al amigo de overol. Algo le escribí, me arrepiento porque sé que no va a salir nada bueno de todo esto, me va a dejar o lo voy a asustar y se va a alejar de a poquito.Agradecí que donde vivo tengo muy mal wi fi, me cepillé los dientes y me fui a dar vueltas, por el patio, hasta que se me pase la angustia.