domingo, diciembre 01, 2013

Vino tinto que aturdes mi pena

Llamé a Darío mi mecánico amigo, amigo porque mi auto es una porquería, sumado que no lo sé cuidar por ende pasa mucho tiempo en el taller, donde siempre hay cumbia, asadito y vino. Me atendió y me dijo que estaba en Santa Fe porque se le había muerto la vieja, que hable con Pedro su socio que también me cae bien. A las 19 hs estaba Pedro revisando el 12 que no arranca, lo ató a su chata y fuimos al taller yo estaba segura que era la batería le decía en el camino. Lo cargué porque estaba vestido de chomba blanca, unos jeans, mocasines y perfumado, tentado me dijo que saque un envase del baúl y que compre una cervecita para charlar.


Prendió la radio, con Wanabara de fondo comenzó a hablar sin pedir permiso, mientras destapaba la Salta con el encendedor. Ates de hacerme el auxilio venía de meditar, hacía un mes que se había separado, y para sacarse todo ese abandono de encima fue a parar a un centro de meditación donde asegura que habla con Cristo, todo esto mientras se ponía por encima de su ropa limpia el overol azul con cierre plateado. Resulta que en ese asunto de buscar la cura a la separación de su mujer y su hija conoció a una minita que es vegetariana y se la enganchó. 


Se le comenzaron a engrasar las manos y metía la pelada dentro del motor, le preguntaba por su novia nueva, 15 años se llevan, ella viene de chaco y trabaja en una oficina postal, tiene caderas anchas y eso lo vuelve loco. Hace unos días formalizaron y con la hija se lleva bien. Está bajando de peso y es feliz porque ella lo deja comer carne y tomar vino, se disfrutan, se van de baile y ahí andan como pendejos de 15 años, se besan, se mandan mensajitos organizan comidas, el ama el vuelito a la parrilla y ahora aprendió a cocinarle zucchini a su chica.


Cuando me preguntó, me acordé de la mala suerte que tengo, le saqué la botella de la mano. Le expliqué como preparándome para atajar un penal, que lo mío es andar sola porque mi corazón es de un peroncho que escucha punk, pero ni me registra. Nos vemos desde hace meses, siempre con la misma dinámica. Cuando se tomaba un par de whiskys, se acordaba mi teléfono y me escribía para decirme que iba a pasar, a veces era tan tarde que yo no escuchaba, pero cuando había suerte y yo no dormía, lo invitaba sin problema. Venía callado a mitad de la noche, no hablaba o hablaba poco y yo no quería escuchar, en realidad en ese formato escabio 2.0 abría la boca para decirme que era linda y para cargarme porque yo soy del santo y hace mucho que no nos da una alegría, ninguno quería hablar solo darnos unos buenos besos con aliento a borracho y coca. 


No era de esos a los que les pinta el romanticismo mentiroso, decía que odiaba dormir con alguien entonces no me ocupaba espacio en la cama, y yo me perdía en un sueño profundo y feliz porque me dejaba sin ganas de amor, y con una sensación de libertad cómoda. Más de una vez, nos cruzamos en algún bar, entonces me hacía esa seña de “vam” con la cabeza y nos escapábamos de los amigos para terminar en mi cuartito, oscuro y chiquito.


Salía de casa sin hacer ruido, para que la vecina chusma no me haga quilombo (que era moneda corriente) siempre me jodía por meter tipos y pasarla bien, que no barría la vereda, que salía pata pila a comprar y escuchaba la música fuerte, que mi Renault pierde mucho aceite y le mancha el garaje. Vieja envidiosa, ya quisieras que te preste a este peronista con manos suaves, ojalá tu salteñidad chata y podrida te deje entender que por ese rato solo ese rato era mío y yo de él.


Seguía yo, desahogándome ante Pedro, le contaba medio triste que cuando no estábamos borrachos, nos encontrábamos a la salida del trabajo. Puteaba y estaba fastidioso, es que tenía un compañero puto que compraba tortitas y mini facturas para celebrar los cumpleaños de sus compañeros, que no hacía nada bien y que lo odiaba por puto inoperante. Cuando se relajaba era más lindo, me divertía su simpleza. A los dos nos gustaba el cine, nos recomendábamos libros, me contaba de sus viajes por aquí y por allá, el rato se hacía bonito, muy bonito.


Escuchaba mis dramas, y me decía que piense bien, que era muy impulsiva, después comíamos unas pizzas y unas cervezas y volvía la esencia de nuestros encuentros, nos divertíamos así en secreto. La cagada fue cuando comenzamos a hablar, cuando me decía que le gustaban mis expresiones, que se reía de mis chistes cuando nadie los entiende, se preocupaba si andaba triste y hablaba de morirme. Nunca me dijo que me quería, pero yo sé que me terminó queriendo en ese corazón de negro, bostero, misógino y peronista hay lugar para el romance. 


Nos veíamos a escondidas, comíamos algo por el barrio y nos encerrábamos en casa, nos edulcorábamos la rutina, un mini club de autoayuda de dos socios únicos, nos acompañábamos un cachito. No era más que eso, las complicaciones no entraban en discusión era eso y el código inviolable era que no se vaya de ahí. 


Yo falté al pacto cuando lo comencé a querer, y yo queriendo soy de terror, comienzo a extrañar, porque quiero verlo borracho y despeinado, pero a la mañana también, porque no quiero que me deje dormir sola, aunque siempre coincidí con su teoría de que dormir abrazado a alguien es la expresión de afecto más incómoda que existe. Le pedía que se quede sin decirlo, cuando cedía aparecían las charlas mirando al techo que se volvían de horas y se pasaba la noche, entonces dormíamos de mañana. Dejé de pensar en pelotudeces con él, y presté atención al auto, no hubo caso quedó en el taller y el lunes hay que ir a comprar los repuestos, ya era de noche y las cervezas fueron varias, el pelado acordaba con su nueva novia un encuentro en un bar.


Mientras me traía a casa, me consoló, lo tuyo es andar así me decía y le daba arranque a la chata, aprovecha el tiempo para meterle pata a los proyectos, pensaba en todo lo otro medio romántica y envidiando al amigo de overol. Algo le escribí, me arrepiento porque sé que no va a salir nada bueno de todo esto, me va a dejar o lo voy a asustar y se va a alejar de a poquito.Agradecí que donde vivo tengo muy mal wi fi, me cepillé los dientes y me fui a dar vueltas, por el patio, hasta que se me pase la angustia.

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