domingo, agosto 25, 2013

Algunas recomendaciones para mi hermana menor


Salí al mundo, pero haceme un cachito de caso:
Imaginátelo como una manzana cubierta de caramelo y pochoclos con colorante rosado. Cométela y saboreala como cuando teníamos esa edad maravillosa en la que una manzana con pochoclos significaba mucho más que ahora, porque te aseguro, que pensando en vos y ahora, puedo aplicarla a la fórmula de la felicidad.
Seguí esa lógica de producto final, no pienses en cómo fue cosechada o en qué condiciones laborales estaba su cosechero porque seguramente trabajaba en las peores ("doblando el lomo, pa´que otro doble sus bienes"). Tampoco pienses a quién fue vendida, porque el comprador pagó un precio ínfimo, para luego revenderla a un mercader quién volvería a discutir su precio en pos de sus intereses sin éxito.
El comprador de este cajón de manzanas muy malhumorado y sin cuidado depositaría en un mercado, donde la compraría aquel que horas después y sin amor, cubriría con un caramelo espeso. Te repito esto, e insisto tampoco te imagines sus condiciones de higiene, este hombre seguramente tendría muchos problemas en su cabeza para andar lavando manzanas o sacándole los gusanos, si con esa cobertura no hay defecto que se note. 
Pensa en lo rica y crujiente que estaba la manzana cuando vos sentada en el umbral de alguna puerta la comías. Arrancando primero con mucho cuidado usando la puntita de tus dientes, uno a uno los pochoclos con colorante rosado, sin pensar que perdías 15 minutos de tu vida aproximadamente. Terminada esta tarea, comenzarías a partir con lengua y dientes la cobertura, (debería haber una especie de concurso de talento para esta tarea, porque requiere de cierto grado de habilidad) una vez ablandado el caramelo, viene la parte más hermosa -y es aquí donde te recomiendo que apliques la fórmula de la felicidad- el momento de atravesar el caramelo hincando tus dientes al fin en la manzana, que desprende su jugo y se mezclan con la capa crocante, ese momento exacto es la mismísima perfección.
Es disfrutar de todo y de su simpleza, (nunca dejó de ser una manzana) y es lógico que aplicando tanta concentración en algo tan simple no podamos pensar en todo lo que atravesó esa manzana para llegar a terminar en tu panza.

En el caso, de que al crecer tan lejos mío y existiendo la opción de que no te guste la manzana caramelizada, podes aplicar estas simples recomendaciones a las cascaritas de naranja bañadas en chocolate, o a los duraznos en almíbar.

Te quiere mucho, tu hermana mayor

jueves, agosto 01, 2013

Según Freud, los sueños son la prolongación de la mente, es una película donde se libera y expresa sin control alguno y de los modos mas rígidos lo que nos pasa por dentro. Uno vive, ve y siente sin poder ejercer ningún tipo de freno. No es como en el cine que si uno tiene miedo, cierra los ojos se tapa las orejas y se acurruca ante el espectador mas cercano hasta el fin de la escena, volviendo a retomar la película como si nada luego de un par de segundos tormentosos.

Los sueños se pueden interpretar de varias maneras, suelen manifestarse todo tipo de pensamientos y en su gran mayoría se entrecruzan y deforman, volviendo lo que uno tiene en la cabeza una masa llena de levadura que explota, al menos en mi es así: Hace dos o tres noches que se me manifiesta el peor de mis miedos, lo único que me paraliza y aunque al resto le pueda parecer una idiotez, me afecta al punto tal que llego a interpretar que estoy en el estribillo del peor momento de mi vida, -Ese donde la mierda florece y explota con todo lo que eso significa, y cuando hablo de mierda, hablo del arte de cagar, del sentido figurado de la palabra-. 

Sabiendo que son menos nocivos que las mismas personas, que el clima, o sin ir más que la sangre dentro mío y que las posibilidades de morirme (o que le suceda a alguien de mi entorno) son mínimas, le tengo pánico extremo a los movimientos sísmicos, y a todo lo que ellos representan. 

- Si, tarado/a a los TERREMOTOS.

La sola sensación de saber que todo se mueve y la única estabilidad que me queda (o sea el simple arte de estar de pié y tener control absoluto de ello) se ven amenazadas provoca en mí ganas de morirme en microsegundos, y ahí estoy yo en mi sueño, recostada en mi habitación tan chiquita y de ese material tan espantoso a la hora de aislarte de los ruidos vecinos como es el durlok, cuando comienza a temblar todo y yo, impedida de toda capacidad de pararme me quedo ahí, mirando a la lámpara de bajo consumo QUE NO SE MUEVE, sabiendo que en algún momento va a parar, pero que puede que no, o puede que pare y al rato vuelva, quizás mas fuerte, quizás menos y el solo hecho de pensar eso me ahoga y prefiero morirme a ser testigo de lo que pueda pasar. 

Todo al rededor está resaltado, pero por sobre todas las cosas es mi sensación de soledad que anula toda posible reacción, los perros ladran, los gatos gritan y caminan por el techo, mi vecina habla más fuerte que de costumbre y pide ayuda, la puerta corrediza cambia de lugar repentinamente y todo se potencia en el miedo a que la estantería metálica donde guardo mi ropa se caiga encima mío, y yo, en el medio de todo eso lo único que pido es seguir durmiendo. En el sueño, porque en lo que a la vida real entre temblor imaginario y la angustia con la que me levanto al día siguiente, que a estas horas de la noche se vuelve insoportable y no me queda mas remedio que apalearme la sesera con algo de vino hasta que me arrastre resignada a la cama.

En el top ten de mis tendencias auto-destructivas el puesto número dos, lo tiene la constante de desafiarme incansablemente y en el uno, el matarme antes de que vuelvan los temblores imaginarios a mis sueños o ante la idea de invocar al Señor y la Virgen del Milagro.

Antes muerta que caótica.