jueves, agosto 01, 2013

Según Freud, los sueños son la prolongación de la mente, es una película donde se libera y expresa sin control alguno y de los modos mas rígidos lo que nos pasa por dentro. Uno vive, ve y siente sin poder ejercer ningún tipo de freno. No es como en el cine que si uno tiene miedo, cierra los ojos se tapa las orejas y se acurruca ante el espectador mas cercano hasta el fin de la escena, volviendo a retomar la película como si nada luego de un par de segundos tormentosos.

Los sueños se pueden interpretar de varias maneras, suelen manifestarse todo tipo de pensamientos y en su gran mayoría se entrecruzan y deforman, volviendo lo que uno tiene en la cabeza una masa llena de levadura que explota, al menos en mi es así: Hace dos o tres noches que se me manifiesta el peor de mis miedos, lo único que me paraliza y aunque al resto le pueda parecer una idiotez, me afecta al punto tal que llego a interpretar que estoy en el estribillo del peor momento de mi vida, -Ese donde la mierda florece y explota con todo lo que eso significa, y cuando hablo de mierda, hablo del arte de cagar, del sentido figurado de la palabra-. 

Sabiendo que son menos nocivos que las mismas personas, que el clima, o sin ir más que la sangre dentro mío y que las posibilidades de morirme (o que le suceda a alguien de mi entorno) son mínimas, le tengo pánico extremo a los movimientos sísmicos, y a todo lo que ellos representan. 

- Si, tarado/a a los TERREMOTOS.

La sola sensación de saber que todo se mueve y la única estabilidad que me queda (o sea el simple arte de estar de pié y tener control absoluto de ello) se ven amenazadas provoca en mí ganas de morirme en microsegundos, y ahí estoy yo en mi sueño, recostada en mi habitación tan chiquita y de ese material tan espantoso a la hora de aislarte de los ruidos vecinos como es el durlok, cuando comienza a temblar todo y yo, impedida de toda capacidad de pararme me quedo ahí, mirando a la lámpara de bajo consumo QUE NO SE MUEVE, sabiendo que en algún momento va a parar, pero que puede que no, o puede que pare y al rato vuelva, quizás mas fuerte, quizás menos y el solo hecho de pensar eso me ahoga y prefiero morirme a ser testigo de lo que pueda pasar. 

Todo al rededor está resaltado, pero por sobre todas las cosas es mi sensación de soledad que anula toda posible reacción, los perros ladran, los gatos gritan y caminan por el techo, mi vecina habla más fuerte que de costumbre y pide ayuda, la puerta corrediza cambia de lugar repentinamente y todo se potencia en el miedo a que la estantería metálica donde guardo mi ropa se caiga encima mío, y yo, en el medio de todo eso lo único que pido es seguir durmiendo. En el sueño, porque en lo que a la vida real entre temblor imaginario y la angustia con la que me levanto al día siguiente, que a estas horas de la noche se vuelve insoportable y no me queda mas remedio que apalearme la sesera con algo de vino hasta que me arrastre resignada a la cama.

En el top ten de mis tendencias auto-destructivas el puesto número dos, lo tiene la constante de desafiarme incansablemente y en el uno, el matarme antes de que vuelvan los temblores imaginarios a mis sueños o ante la idea de invocar al Señor y la Virgen del Milagro.

Antes muerta que caótica.

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