domingo, noviembre 02, 2014

A mi me que me pasan todas me toco un recreo, ando temporalmente alegre. Pero nunca se zafa de la tristeza dominical. Quería ir a contarle eso a mi abuelo, porque es el día de los muertos y es el único que no está conmigo al que de verdad me interesa rendirle cuentas.

Me acuerdo que cuando tenía miedo de que me vigile lo soñaba, lo soñaba cuando me mandaba una de las mías y el viejo me retaba. Cosa espantosa, un muerto en tu sueño. Entonces como quién lava culpas, fui a llevarle una Quilmes para él, que cruza el cielo como un cometa. No me acuerdo donde queda su tumba, me imagino que se movió, porque el nunca andaba quieto.

Abro la lata y enfilo para afuera. La gente que se muere y los que entierran a los muertos. ¿Cuánto duran?. Van al cementerio, como de paseo, perfumados y bonitos.

La birra está tibia, agarro la bici y vuelvo a casa. Si mi abuelo fuese un ángel de la guardia, estaría desesperado con una nieta como yo. Mejor ni buscarlo y que descanse en paz, caso contrario la lógica humana, fracasó nuevamente.

La misma imagen diaria sobre la bicisenda, chicas lindas en patines y gente con perros e hijos. Los faroles están encendidos y los autos bajan la velocidad cerca del aeropuerto porque si no, les mandan las fotomultas.






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