miércoles, enero 08, 2014


se mete agachada
por el hueco que hacen los ovejeros alemanes 
en los alambrados
del patio trasero de la casa
y se vá al baldío inmundo,
le advierte su abuela, 
que va a volver con un tajo o un chichón 
y los ojos saltones colorados.

¿por qué no?
Van los changos a jugar a los indios,
los primos, todos hombres, sucios y torpes.
se aburre,
todos viejos, se quiere ir, insiste.
No entiende de política, 
menos le interesa el quinto embarazo de la tía.

Vence por cansancio 
- que hincha bola! andá, pero no vengas llorando, no?
Se trepa con cuidado
allá están los changos, 
tiraban piedras a una caja de cartón
¿se reían o lloraban?
parecía una especie de ritual.

en la caja de alfajores, había una mamá gata
con un montón de gatitos todavía ciegos.
ahí vió a esos primos,
como le reventaban la cabeza
así, de un piedrazo, y sonaba 
el último gatito que les quedaba.
El ruido era raro
como cuando mordés un Bubalú
y se te esparce el juguito por la boca,
mismo sonido, misma sensación.

A la mamá la perdonaron,
se aburrieron y se fueron a la represa.
Se fue ella, ya sin obligaciones,
lamió la sangre, 
de los hijos, con pedacitos de ojos.
Miró como cómplice 
y saltó el alambrado, a otra galaxia.


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