miércoles, marzo 12, 2014

Hola vos.


Atorrante, corta el vacío emocional de la semana con un "hola hermosa" por chat y mas tarde aparece con un vino, un par de sandwichs o algo para picotear, cae con la mochila colgada de un hombro con sus cosas para mañana. Me saca de donde esté para tomarnos el vino, picamos y a dormir. 

Reniega con un virtuosismo que raya con la perfección, siempre pausado y con los ojos tranquilos, cuando está molesto en serio es probable que corone su frase poniendo las manos en la frente acompañada con un "¡que pelotudo!" para terminar su rosario nocturno.

Nos acomodamos y encaja como los borradores que quedan en mi block de notas cuando se va, con él no aplica nada de eso. ¿Para que me gasto? en este caso todo lo que no se dice es una excusa para espantarlo, sabe que cada uña que se encarna en su espalda va cargada del doble mensaje y no le importa, aportaría a sus sermoneos nocturnos por quererlo tanto, mientras me aprieta como si fuese un pomo de dentífrico.


Sobrevivirlo es, 
al día siguiente
dicirle a mi analista
que lo odio,
como en una canción 
de alguna banda
de esas que te representan 
cuando tenes 12.


Aunque me muera me la banco, me gustaría que fuese feriado de nuevo para tenerlo hasta el medio día, medio muertos los dos despeinados en mi habitación, o que fuera domingo y juegue boca para que defienda al cabaret, y discutirle con miedo a que diga que las minas no tenemos que opinar sobre fútbol.


Ufff… Es un miércoles hábil, así que vuelve el ciclo del vacío emocional.

Coherente y siempre igual desde la noche que nos encontramos y del frío que hacía, mis nervios y la charla larguísima donde evidentemente nos caímos bien. De las pizzas y las cervezas, las miradas en los bares y los encontronazos posteriores, los mensajes a la noche donde me pregunta donde estoy, los códigos que manejamos, las frases con las que remata una charla, el todo tu ser reiterativo.



Esa noche en la que bailamos saya en la fiesta de Urkupiña y lo bien que le quedaban los papeles plateados, esa otra noche en la que me bajaron del bondi por no pagar también hacía frío, y me fue a buscar. Sus charlas cuando todo me sobrepasa. Sus idas al laburo renegando porque es muy temprano. Las manos en las vueltas a casa, lo fácil que es desabrocharle el cinturón, la manera en la que habla de los asados y los fiambres. Cuando decide volver después de muchos días de no coincidir. Y lo que me gustaría que este, sea un ciclo continuado.

Zorro, tranquilo.
Te quiero, bancatelá  
y todo el que aparece
es un reemplazo,
al que siempre le voy a buscar
algo tuyo.

Los ojos negros,
el tatuaje de tu banda
o el carisma peronista
del que nos reímos 
en algún momento.

3 comentarios:

fer salas dijo...

parece que la que siempre pierde es una...más q identificada.

Flor Arias dijo...

No se si se trata de ganar o perder. No?

fer salas dijo...

no, pero la sensación y la duda quedan