martes, agosto 08, 2017

Usaba unos zapatos de charol negro con los costados superiores perforados de tan viejos. Atados a sus talones / los hermanos del superyo hecho percha/ a la derecha de un padre. Las buenas personas viajan levitando en una calle larga salida de la nuca de una madre que trabaja y nunca es suficiente, por eso la carencia y la ropa sucia escondida en el lavadero. El horizonte es vicioso: los cerros son el sinsentido encallado conteniendo las penas emanadas por las cúpulas de todas las catedrales, la ciudad está al fondo y entre puentes se construye una imagen
Dios es droga
y en su consumo no vemos la falla estructural / por eso la culpa / y esa lluvia que nunca enchastra a los santos. Los pelos de mamá son un tejido que no soporta a nadie más, el techo es tan pesado que raja los cordones que conectan al olvido o a un sueño delicado y apolítico de entender que hay tanto por delante y no resta nada más que seguir en la incoherencia del cuerpo a la mañana. Lavar los platos, sacudir las sábanas y cuidar que el entorno no desate la tormenta encapsulada en el mantel lleno de migas de pan.




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