martes, noviembre 28, 2017

Los peces deslizándose 
en el agua del río
saben que
al final de su viaje,
no funcionan los teléfonos 
ni la educación en emociones
de las escuelas.

Aprendieron a nadar
sin comprobar
el peso hidráulico
de la debilidad toráxica.

El curso acuático no es un sendero,
es un bosque que te mira con los ojos al costado.

No es bueno invadir a los moluscos sin preguntarles
si hacemos sombra en lo profundo.

Desde la tierra podemos
deslizarnos en la orilla
buscando puestos
de tortillas a la parrilla
y piedras

que más tarde tiraremos al agua para matar las ganas
de que pase algo -mañana o pasado-
y nos devuelva la fe en esta cuestión de tener pies.




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