Liu Kang rescató a Kitana,
y ella no lo sabe.
Se confunde,
es difícil tener dos padres
y ser huérfana.
Toma mate
con criollitas
y no espera más
que alguien la acepte.
Nunca sus rayos
fueron tan ruidosos,
nunca sus saltos
generaron un temblor.
Kitana no encaja
en la lucha
de la consola doméstica,
quiere algo más,
pero no llega.
Entrena y se esfuerza,
sueña con matar a Goro
y sacarle el jugo
de pura ambición.
De mañana se despereza,
medita y se abanica,
corta pasto, arregla los muebles.
Quiere un castillo
fuera de la ciudad,
con un gato
y un buen sillón.
Lo peor que le pasó a Kitana
es dejarse vencer
por el ninja de amarillo.
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